viernes, 30 de octubre de 2009

MATRIMONIO GAY

ASOCIACION DE PASTORES FRENTE AL MATRIMONIO HOMOSEXUAL

Ante los hechos ocurridos en nuestra vecina nación Argentina, cuyo Congreso modificó la legislación permitiendo y reconociendo el matrimonio entre personas del mismo sexo, la Asociación de Pastores de Antofagasta, Chile, declara que este reconocimiento jurídico bíblicamente atenta contra el propósito fundamental de Dios, que la unidad formada por un hombre y una mujer exprese su imagen y semejanza en la tierra, por lo que también cuestionamos a los sectores de la iglesia, donde quiera que ministren, quienes reconocen este tipo de uniones, mal llamados matrimonios.

No sólo para la cultura judeo-cristiana, sino desde las más antiguas culturas, en cada rincón del planeta, el matrimonio es reconocido como la unión entre un hombre y una mujer. En nuestro continente, por ejemplo, la cultura latinoamericana y las leyes americanas están basadas en una clara y firme valoración de la familia. La Declaración de los Derechos Humanos, Art. 16-3, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, Art. 23,( 1 y 2) y la Convención Americana de Derechos Humanos, Art. 17: (1 y 2), reconocen el derecho al matrimonio constituido por un hombre y una mujer, y a la formación de una familia. El Código Civil chileno así también lo establece en el Art. 102, declarándolo como “… un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen…con el fin de vivir juntos, procrear y protegerse mutuamente”. Así entonces, la unión permanente entre un hombre y una mujer, es considerada como la célula básica y fundamental de la sociedad. Por esta razón, consideramos que el tema es socialmente relevante, ya que un reconocimiento jurídico de una "nueva forma de familia" atenta en contra de la misma subsistencia de la sociedad.

El matrimonio entonces es esencialmente heterosexual. De este modo, equiparar la unión homosexual al matrimonio sería desnaturalizar y desconocer el real significado que la misma palabra encierra.

Por lo mismo, se perjudica al matrimonio, discriminándolo, dado que se está otorgando igual tratamiento a lo que es distinto en esencia y naturaleza. Sin dudas, es el Estado quién debe tener un interés particular en dar protección y beneficios a las parejas heterosexuales, dado que las mismas abren el ciclo a la vida y constituyen la base de formación y perpetuación de nuevas generaciones. Otorgar los mismos beneficios a las parejas homosexuales significaría equipararlas en varios aspectos a las heterosexuales, siendo las mismas intrínsecamente diferentes, por lo que se incurriría en profundas señales de discriminación.

Entendemos que el Código Civil y la Ley de Matrimonio Civil no son discriminatorios para los homosexuales, dado que la prohibición de contraer matrimonio entre dos personas del mismo sexo rige para cualquier asociación de personas que no cumplan con los requisitos establecidos en la legislación pertinente. De esa manera, tampoco dos amigos, dos hermanos o dos vecinos del mismo sexo pueden acceder a tal beneficio jurídico. No se trata de un tema de “homofobia”, como tampoco se trata de “amigofobia”. Por lo tanto, otorgar beneficios especiales a las parejas homosexuales para equipararlas al matrimonio es contrario al espíritu y la letra de nuestro encuadre jurídico. Nada impide que dos personas del mismo sexo se unan formando una sociedad civil para vivir juntos y regular un sistema jurídico de bienes y aportes, como cualquier organización social, pero equipararlas a una institución sagrada como el matrimonio es, por decir lo menos, desvirtuarlo.

Hacemos un llamado a los candidatos a presidente, a las autoridades pertinentes y a todos los ciudadanos, que no caigan en la tentación de querer ser demasiado progresistas al imitar conductas de los mal llamados países desarrollados, y que más bien se multipliquen los esfuerzos dirigidos a la familia original y naturalmente constituida y a los hijos que en ella se forman. Preservemos los valores que hacen grande a las naciones, sin relativizar los principios éticos y morales. Y al pueblo cristiano que siga clamando a Dios por una revolución espiritual que es lo único que garantiza la preservación de una sociedad sana, justa y estable.

“La justicia enaltece a una nación, pero el pecado deshonra a todos los pueblos”. Prov. 14: 34

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