Algunos hacían esfuerzos que se notaba eran enormes, tomando en cuenta lo que habitualmente hacen, para cargar un escritorio o una mesa; otros, bajaban cosas por la escalera del segundo piso y volvían a subir para volver a bajar, una vez más, cargados de nuevo con muebles. Y todos llevaban a la calle las cosas que se iban acumulando en la acera, mientras esperaban al camión que finalmente haría la mudanza. Es que la directiva estaba vaciando las antiguas oficinas para trasladarse a su nuevo domicilio. La verdad es que daba gusto verlos, trabajando contentos y haciendo bromas al pasar. Al final terminaron en las nuevas dependencias, sentados, comiéndose unos sandwiches y tomando unas bebidas gaseosas, riéndose de las cosas que se fueron dando en el camino. Pero estaban felices, radiantes, como vislumbrando los nuevos tiempos que Dios los va a hacer vivir. Como niños, como niños...
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